La primera vuelta al mundo: El nacimiento de la humanidad y el fin del Homo sapiens



Aunque de manera titubeante, con planificaciones apresuradas y sometidas al cortoplacismo que da la visión política de la vida, que implica un apocalipsis cada cuatro años, parece ser que Sevilla, finalmente, va a conmemorar durante los próximos tres años la primera circunnavegación llevada a cabo por Magallanes y Elcano. En parte aprovecharan iniciativas ciudadanas, en parte improvisarán y reconducirán otros proyectos para justificar el empeño que ponen en la efeméride, pero dejarán por el camino muchas ideas que desde hace una infame cantidad de años un nada desdeñable número de personas ha estado proponiendo.
Pero se hablará del tema, habrá exposiciones, conciertos, publicaciones y fuegos artificiales varios. Muchas proclamas serán emitidas y los mandatarios irán desfilando ante la cámara con fondos de logos de barquitos, lemas vacuos y cintas cortadas. Los niños de todos los colegios aprenderán los nombres de Magallanes y Elcano y cualquier columnista que se precie tratará el tema antes o después.
Más allá del evidente matiz de cinismo poco justificado que tiñen los párrafos anteriores, no es mi intención criticar estos u otros objetivos de la conmemoración. Creo que es interesante la excusa de recordar una hazaña para, con el impulso obtenido de esa rememoración, conseguir cosas vagamente relacionadas con el acontecimiento en sí. Sin embargo creo que todo ese ruido celebratorio y el foco puesto en la gesta heroica dificultarán la comprensión de la verdadera importancia de aquel hito, sólo asumible con la perspectiva de los siglos.
Yo no creo en los puntos de inflexión en la historia. No existe un único evento en el pasado que haga que una tendencia previa cambie por completo su dirección. Los cambios son siempre graduales y responden a líneas de fuerza imposibles de alterar por un individuo o grupo de ellos. Pero si hay un hito en la historia de la humanidad digno de ser considerado como punto de no retorno, ese es la primera vuelta al mundo. Tras esa hazaña, algo nuevo nació, y el mundo dejó de ser el que era.
Pero lo que yo considero más sorprendente de lo que sucedió ente 1519 y 1522 no es el viaje en sí, sino el hecho de que fuera plausible y no fuera una mera contingencia. Lo más probable, dada las circunstancias a inicios del XVI, es que este acontecimiento lo protagonizaran, como así fue, España y Sevilla. Pero pudieron ser otros, otra ciudad u otra potencia europea. Lo realmente alucinante es que la primera circunnavegación, la previa llegada a América o el subsiguiente inicio de la globalización fueron hechos inevitables.
Analizando al Homo sapiens en sus albores, ¿quién hubiera dicho que llegaría a un nivel de desarrollo como el que hemos alcanzado? ¿Cómo es posible que aquel enclenque de cabeza gorda, que debía utilizar pieles para abrigarse, refugiarse en cuevas o en la seguridad de un grupo para sobrevivir, haya llegado a vislumbrar la expansión por el Sistema Solar?
Digámoslo claramente, el individuo sapiens tiende a la mezquindad y el egoísmo. No vemos más allá de unos límites muy cercanos que, depende para quién, están en las paredes de su casa, de su negocio o, como mucho, su país, definido no con todo lo que contienen las fronteras, sino con lo que a esa persona le han contado o le interesa que contengan. Nadie, ningún individuo, puede tener una visión global. Ni tendríamos capacidad mental, ni estamos configurados de esa manera.
Y eso es lo fascinante de aquella gesta, y sobre todo, de las consecuencias que desató: el hecho de que fuera improbable para cada uno de los individuos que se vieron implicados en ella, pero inevitable para la especie. La heroicidad, propia de personas, aún hoy es recordada, pero es posible que alguna vez se olvide. Sin embargo, el hito para la humanidad, las consecuencias de haber anudado en Sevilla aquella sutil línea global, nunca dejarán de estar presentes, porque lo que provocó ese nudo gordiano que ningún Alejandro podrá quebrar, es la vinculación, por primera vez en la historia, de todo el género Homo en una única tribu mundial.
Lo que ejemplifica a la perfección la primera vuelta al mundo, es que en contra de lo que nuestra visión y actitud en la vida nos dicen, el individuo es totalmente despreciable en la historia humana. La Historia académica está contada con protagonistas. Es una falacia. El papel del individuo se mueve entre el de un pelele y la total insignificancia para esa otra entidad, verdadera protagonista de la historia y dueña del mundo, inconsciente pero tan poderosa que sus límites están lejos de ser alcanzados, que es la humanidad. Yo no tengo dudas de que el ser humano constituye una verdadera mente colmena inconsciente, evento emergente que es mucho más que la mera suma de sus individuos. Ese hecho, contrario a nuestra percepción del mundo, es lo único que explica que hayamos llegado hasta aquí, a pesar de nosotros mismos.
Esa especie de organismo superior que es la humanidad, puede considerarse que nació aquel 8 de septiembre de 1522, es su quinientos cumpleaños el que se celebra, aunque está más fuerte que nunca y no ha dejado de crecer y cohesionarse. Internet está dotando a esta entidad de una mayor concreción y potencia, acelerando el proceso. La primera circunnavegación e Internet son dos extremos de un mismo fenómeno, que conduce a la disminución de la influencia del individuo, cada vez más desconectado de pequeñas redes de escala local –familia, amigos, vecinos,…-, y más conectado a la Red de escala global. Un ejemplo: las redes sociales, que potencian la unión con la humanidad, y la minimizan con la tribu local.
El viaje que empezó el 10 de agosto de 1519 en el muelle de la Mulas, junto a Triana, está lejos de haber concluido. La humanidad no tiene límites. Tampoco objetivos claros. Quizás llegue un día en el que la evolución de las nuevas tecnologías o cualquier otro indescifrable desarrollo, confieran conciencia de sí misma al superorgaismo que es la humanidad. Tal vez en ese punto los seres humanos debamos abandonar nuestras identidades individuales, o quizás podamos convivir. En cualquier caso, eso es especulación, lo que estoy seguro es que lo que sucedió aquellos tres años es uno de los pocos hitos definitivos e irreversibles de la especie.

Este artículo fue publicado en el Diario de Sevilla el 14 de septiembre de 2019 (edición impresa).